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Mis sobrinas Cintia y Andrea tienen dos buenas mascotas, un perro Husky Siberiano muy juguetón (no conseguí que se estuviese quieto para fotografiarlo), y una perra Pit Bull.

El Pit Bull, debido a su poderosa imagen y fuerte carácter, ha sido fruto de muchas polémicas en cuanto a su fiabilidad como animal de compañía. El poderío y la fuerza que exhibe el estándar de la raza, lo hacen un animal admirable y puede que incluso temible a simple vista. La causa que más ha contribuido a esta situación son los ataques de perros a humanos de los que se han hecho eco los medios de comunicación en los últimos tiempos. Pero, ¿realmente existen razas caninas peligrosas?, ¿es el legado genético el que determina la agresividad de un ejemplar?

En realidad, el factor genético determina entre un 20 y un 30% de la conducta de un animal, lo que deja un 70- 80 % a la influencia de otros factores como la socialización, la educación y el medio ambiente, vitales en el correcto desarrollo psicológico de la mascota. Aunque la principal función de los antepasados del Pit Bull haya sido el desempeño de labores que requieren agresividad, esto nunca justificaría científicamente un ataque. El detonante de situaciones tan desagradables es la educación que hacen algunos individuos de sus animales de compañía. Detrás de esas nefastas noticias que aparecen en las páginas de sucesos, siempre se esconde algún indeseable encargado de fomentar el miedo y el aislamiento en su perro, desembocando en un temor a lo desconocido y, como última y nefasta consecuencia, convirtiéndose en un perro peligroso.

El Pit Bull no es ni mucho menos un perro asesino. Esta raza está dotada de gran fidelidad e inteligencia, aunque sea tozudo en ocasiones. Es sorprendente el grado de fidelidad y devoción que puede procesar hacia su amo; puede llegar a ser el amigo más leal e incondicional que una persona pueda encontrar.

 Imagen enviada por Ricardo a las 07:15         

 



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